jueves, 16 de septiembre de 2021

“LA MOTA EN EL OJO AJENO”

 

¡Qué fácil ver la mota en el ojo ajeno! ¡Qué frágiles y débiles somos para juzgar desde nuestros criterios! ¡Qué lejos estamos quizás de tener una mirada contemplativa! ¡Cuánto daño podemos llegar a hacer!

Sin necesidad de mediar palabras, y tan solo con una mirada, podemos expresar odio, inconformidad, rechazo, intolerancia, desaprobación, indiferencia… Tal vez las actitudes o comentarios de los otros provoquen en nosotros algo de todo eso pero no justifica nuestra mirada. ¿O es que el cómo mire a los demás va a estar condicionado por si les caigo o no bien, si me aceptan o no, si me alaban o critican? ¿Por qué ceder el poder de mi mirada a los actos, actitudes, hechos o comentarios de los otros?

Yo elijo cómo quiero mirar, qué tanto deseo amar al otro “a pesar de” (a pesar de lo que piense de mí, diga o haga en contra mía)

Los fariseos salían al paso de Jesús para cuestionarle y ponerle a prueba, los discípulos le abandonaron, Pedro le llegó a negar, Judas le traicionó… Fue perseguido, golpeado, humillado y hasta clavado en una cruz pero ¿quién vio en Él, en su mirada, el menor resquicio de rencor, odio, desprecio… por alguien?.

Y es que la mirada de Jesús no juzga a las personas. Esto no quiere decir que “todo se vale” porque sí está en contra de las injusticias, desigualdades, violencia, corrupción, hipocresía, abusos…

Por medio de su mirada: acepta, acoge, abraza… a cada uno. Ante su mirada se puede ser uno mismo, sin caretas ni disfraces.

Que nos dejemos alcanzar por su mirada y podamos ver a los otros como Él nos mira, como Él les mira.

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