domingo, 19 de septiembre de 2021

“¡QUÉ CONDENA!”

 

Conozco a una mujer de más de 70 años, soltera, que cuida de su madre de 98 años. Doña “S” tiene muy buena memoria pero está totalmente dependiente. Su hija sale todas las mañanas a darle una vuelta en silla de ruedas. No tiene más ayuda que la de sus hermanos que llegan a levantar y acostar a su madre y una mujer que le ayuda a asearla. Pasa las 24 horas del día pendiente de ella y prácticamente sola con esta labor.


Viendo esta situación y pensando en la hija, escuché a una persona hacer la siguiente valoración: “¡Qué condena!”. Y bueno… tal juicio quedó resonando en mi interior. Si se mira desde criterios humanos: disfrutar de la vida, hacer vida social, viajar, ir a la piscina o a la playa… realmente es una condena porque la buena mujer no tiene tiempo para todo eso, está volcada al cien por cien en su madre. Pero hay otra manera de ver y vivir esta realidad: como una misión, como un camino de realización y santificación. De cómo se mire dependerá el vivirlo como una carga, una contrariedad, un fastidio y por consiguiente con tristeza y enojo o como una oportunidad y en consecuencia con alegría y esperanza

¿Cuáles son nuestros criterios para valorar las situaciones que nos toca vivir?

¿Rechazamos y nos peleamos con lo que nos sucede o lo acogemos, aceptamos y abrazamos como parte del plan misterioso de amor de Dios?

 

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