No deja de sorprenderme escuchar comentarios de personas que descuidan su oración porque están cansadas o tienen sueño, porque habían discutido con alguien y estaban enojadas, porque algo les preocupa, porque tienen muchos quehaceres, porque no sienten nada y les parece una pérdida de tiempo, porque aseguran que Dios no les escucha... El Señor nos espera así como estemos: tristes, contentos, angustiados, agotados, con dudas, en crisis de fe, desesperados…
Jesús
alaba la actitud de los niños que se acercan a Él con esa inocencia, sencillez,
con confianza, con esperanza, con fe… Solo buscan en Jesús que les imponga sus
manos y rece por ellos.
El no considerarnos perfectos o dignos, el pecado, la desconfianza, el no creernos merecedores de amor… son obstáculos para el encuentro con Jesús. ¡Vamos, que no hay mayor obstáculo que nosotros!
Jesús
no puede hacer algo por los sanos, por los intachables… Todo lo pueden hacer y
conseguir por ellos mismos. Jesús espera y abre sus brazos a los heridos, a los
que se sienten rotos, a los que son esclavos. Jesús es para los que se sienten
“pequeñitos” y reconocen su grandeza en amor y misericordia.
Cuando
algo te impida ir a Jesús, recuerda la espontaneidad de los niños. Ellos no se
andan complicando, ni cuestionando, ni juzgando, ni quebrando la cabeza… con
sencillez y humildad, con esperanza y su poquito de fe, se acercan hasta Él y
se produce el milagro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario