¡Ay de ti que te dejas llevar por el rencor, el malestar y el
enojo y acabas diciendo o haciendo cosas que luego se vuelven contra ti!
¡Ay de ti que juzgas a los otros desde lo que crees tu
verdad, y les etiquetas, culpas e incluso agredes por no pensar o actuar como
tú!
¡Ay de ti que justificas tus abandonos culpando a los otros,
a las circunstancias, a la realidad…!
¡Ay de ti que te alejas de Dios porque te miraron mal, o te
dijeron algo que no esperabas, o porque no respondieron a tus expectativas!
¡Ay de ti si vives auto centrado y te crees omnipotente,
intocable y con derecho a todo!
¡Ay de ti si no te haces responsable de ti mismo!
¡Ay de ti si por una sola causa de éstas te apartas del
camino de la verdad y de la vida, escogiendo los caminos que ofrece el mundo!
Sigue echando balones fuera, culpa a otros de tus abandonos,
de tus caídas, de tus errores, de tus enojos, de tus fracasos… Señala, critica
a quienes no comparten tus criterios… Mira a los demás y relaciónate con ellos
desde tu ego miedoso, orgulloso, deseoso de poder, de estima, de valoración… Te
estarás condenando aquí mismo, en vida.
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