¿Para qué mendigas amores terrenos cuando Dios, que
conoce todo sobre ti, te ama incondicionalmente?
¿Para qué buscas reconocimiento o valoración de los otros
cuando al mínimo error quien te aplaudía te va a criticar?
¿Para qué esforzarte tanto en que te acepten cuando hay
quien te acepta con tu pasado y tu presente, con tus cualidades y defectos, con
tus fortalezas y debilidades?
¿Para qué invertir tanto tiempo en construir una imagen
cimentada sobre arena si tarde o temprano acabará derrumbándose?
¡Cuánta energía invertida cuando tu felicidad depende de
los otros!
¿Vas a seguir viviendo hacia afuera esperando aplausos,
un “me gusta” en tus publicaciones de las redes sociales, alabanzas… o vas a
empezar a vivir desde dentro?
No tienes que demostrar nada a nadie. No inviertas
energía en esto o te perderás. No has venido a este planeta a responder a las
expectativas de los otros. Una persona es grande, no por lo que aparenta sino
por lo que es.
Tienes a Alguien incondicional que no te va a dejar, que
va a permanecer, que te va a seguir mirando con amor y misericordia, que nunca
se va a cansar de amarte y para quien eres especial. ¿Para qué mendigas lo que
ya tienes?
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