lunes, 1 de marzo de 2021

“LA SOBERBIA, EL MAYOR DE TODOS LOS MALES”

 

Uno de los beneficios de esta pandemia ha sido el reconocer nuestra limitación, finitud, fragilidad… caer en la cuenta de que no somos nada, de que estamos en manos de Dios, de que dependemos de Él, de que estamos perdidos cuando construimos nuestra vida en torno a nosotros mismos como si Él no existiera.

La soberbia: Querer ser como Dios, querer derribarle y colocarnos en su lugar…

Somos esclavos de la soberbia cuando nos creemos el centro del universo y queremos que todo y todos giren alrededor nuestro. Desde esa posición:

- nos creemos con el derecho de criticar y juzgar todo y a todos

- somos exigentes y poco tolerantes con los otros

- manipulamos o maltratamos a los otros

- nos quejamos y lamentamos por todo

- culpamos a los demás cuando las cosas no van como esperamos

- nos creemos dueños y señores de todo y con derecho de destruir la vida, la naturaleza…

- nos cerramos a aceptar sugerencias y opiniones distintas

- es imposible poder acoger la debilidad, ni la propia ni la ajena

- tratamos de controlarlo todo y pensamos que podemos hasta que la adversidad toca nuestra vida

- nos creemos poseedores de la verdad

- evadimos la responsabilidad de cambiar pero nos creemos con el derecho de cambiar a quienes a nuestro criterio “lo hacen mal”

- exigimos a Dios que nos de lo que creemos necesitar y nos quejamos, nos enojamos con Él o nos apartamos si no responde a nuestras expectativas

- no aceptamos y nos revelamos contra lo que nos sucede

- …

Todavía tenemos tiempo de recuperar el centro, de ponerle a Él en su lugar y que nuestra vida gire en torno a Él.

Mientras no sea así, seguiremos creyéndonos la última maravilla y nuestro corazón estará lejos del suyo por mucho que creamos y recemos. Seguiremos alabándole con los labios y con obras pero buscándonos en vez de buscándole a Él.

Quizás reconocemos que tenemos grietas, que hemos sido reparados una y otra vez… tal vez nos sabemos habitados por Dios pero le silenciamos cuando nos atribuimos los méritos y los aplausos de aquello que realizamos. Creernos “dios” y vivirnos desde ahí: nos daña, daña a otros y nos aleja de Él.

Él nos creó, nos sostiene, nos acompaña, nos provee… está. No podemos dar un paso más o amanecer mañana si Él no lo quiere. Dependemos de Él. Nuestra vida está en sus manos. Dejémosle ser y hacer y aceptemos siempre y en todo su voluntad, aunque algunas veces duela.



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