“Nadie tiene amor más
grande que quien hoy pone sus pies y mañana sus manos”. Esta frase se la escuché
a un seminarista carmelita descalzo y resonó en mi corazón. Y es que la
comparto totalmente. Para ser capaz de ofrecer las manos al servicio del Reino
y para mayor gloria de Dios, hay que poner primero los pies, dejarse amar
El ejercicio del amor
comienza con abrirse al amor que Dios quiere derramar. Para esto se necesita
ser humilde, la disposición a acoger, reconocer la dependencia de Él, aceptar,
dejarse hacer, tomar conciencia de la pequeñez y de la necesidad, permitirse
conquistar por el Amor
Poner los pies como
los discípulos en la Última Cena…
Poner los pies como
Jesús cuando se le acercó aquella mujer con un perfume caro. Jesús es el
Maestro y nos enseña el camino
Sólo quien es capaz de
poner sus pies, es capaz de ofrecer sus manos para dar, para acariciar, para
animar, para sanar… para servir, para amar
Poner las manos al
servicio del Reino hasta que duela… como lo hizo Jesús en la cruz
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