A veces hacemos de
nuestra vocación particular (sacerdocio, vida religiosa, matrimonio, misionera…
profesor, comerciante, doctor, enfermera, ingeniero, agricultor, veterinaria…)
nuestra vocación suprema, nuestro fin. Y con ella convertimos en otros fines
nuestro trabajo, el lugar, las personas con las que nos relacionamos, el
salario que ganamos, la fama y el poder que nos reporta…
Si convertimos en un
fin nuestra vocación particular y todo lo que se relaciona con ella, corremos
el riesgo de apegarnos y no querer soltar cuando sea el momento, de sufrir
cuando las circunstancias nos inviten a decir adiós.
No perdamos el norte o
el horizonte. Hay una vocación suprema sobre todas las demás que es el amor.
Esta vocación es universal porque todos hemos sido creados por el Amor, estamos
habitados por el Amor y nuestro fin es amar.
La vocación a amar se puede realizar independientemente de la vocación particular, de la edad, de dónde nos encontremos, de nuestro estado de salud, de si nos quieren o no, de si las circunstancias son favorables o adversas:
Libertad y amor están íntimamente relacionados:
- Solo quien es libre puede amar
- Solo quien ama antepone el amor a todo lo demás y por lo tanto es libre
Si hay algo que nada ni nadie podrá arrebatarte es tu
capacidad de amar, tu libertad para amar
Ni siquiera en la cruz quitaron a Jesús su libertad
para amar y lo demostró: entregando su vida y perdonando a quienes le condenaron,
maltrataron y asesinaron.
No te pierdas… Tu vocación es el amor y puedes hacerla
vida hasta el fin de tus días.
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