¿Desde
dónde te vives, desde dónde haces lo que haces: desde el amor propio o desde el
amor verdadero que eres?
Vives
desde el amor propio: Cuando en ti surgen sentimientos como la envidia, el
odio, el rencor… Cuando te dejas llevar por el deseo de venganza, la ira, el
miedo… Cuando no aceptas a los otros tal y como son, juzgas, no eres paciente,
quieres imponer tus ideas o controlarlo todo… Cuando te proteges, huyes o
atacas a los otros…
El
amor propio es tu carcelero, es la identidad que te has ido forjando y que no
corresponde con tu verdadera identidad. Tu corazón está preso, es esclavo, no
puede amar. Pero hay una salida, es posible la libertad, cuando se acepta, se
acoge y se empieza a entablar una relación con ese carcelero. Solo el amor
convierte y transforma. No se trata de eliminar al carcelero, lo que buscamos
es que nos abra la puerta, salir para poder vivir desde nuestra verdadera esencia,
desde lo que somos realmente: Amor perfecto
El
amor verdadero es capaz de salir de la zona de confort, no juzga, perdona todo,
mira con compasión y ternura al otro, ora incluso por quienes desean el mal o
dañan, no es exclusivo, se da sin medida, bendice a los perseguidores, no lleva
cuentas, es paciente…
Tal
vez nos hemos acostumbrado a vivir desde el amor propio y nos da miedo que se
abra la puerta porque no sabemos qué puede pasar. La realidad es que el amor
verdadero nunca resulta herido. Quien sufre es el amor propio ante: comentarios
o actitudes de otros, situaciones que acontecen, fracasos, caídas…
Jesús
dice: “Ánimo. Soy Yo. No temas”. Se acerca porque le importas, porque te quiere
feliz. En este proceso te acompaña. Descubrir y acoger tu propia verdad te hará
libre. Abandónate y confía.
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