En torno a Jesús crucificado se reunieron muchísimas personas. Unidas por un mismo acontecimiento pero motivadas por razones distintas y con emociones y sentimientos muy diversos.
- Unos llegaron con su dolor y su tristeza, con desesperanza, impotencia, frustración o incluso miedo. Jesús lo convirtió en consuelo y paz interior y posteriormente en alegría y fortaleza para seguir anunciando la Buena Noticia
- A otros les afloraba, en hechos, gestos y palabras: el odio, la ira, el orgullo, la satisfacción de creer hacer lo correcto… Y seguro que en más de uno aparecieron: las dudas, la culpa, el deseo de venganza… Todo eso quedó iluminado por el amor y la misericordia de Dios pero solo quienes se abrieron a recibirlo pudieron liberarse de sus cadenas y dar un nuevo sentido a sus vidas.
Cuando
estés ante Jesús crucificado y no sepas qué decir, no digas nada, limítate a
darle todo. No tengas miedo, te va a proveer de lo que necesitas. Ofrécele tu
vida y ponla a sus pies con todo lo que en ella hay: lo que eres y tienes, lo
que piensas y sientes, tu pasado y tu presente, tus luces y sombras. No
retengas al
go, no te resistas… es una falsa ilusión creer que no tendrás vida
plena si dejas “eso”. ¿Acaso te
pertenece algo?. No se puede llegar a ser mientras se retiene algo para sí.
Recuerda entregarle tu tristeza, tu miseria, tu pobreza, tu limitación, tu fragilidad, tus pecados, tu falta de caridad para con los otros y para ti, tus errores, tus fracasos… también tus éxitos, tus obras, tus cualidades... Hoy como entonces, todo esto puede ser iluminado y transformado: El corazón herido puede ser sanado, el corazón roto puede ser restaurado, y el corazón endurecido puede recuperar su esencia original y ser compasivo y misericordioso. Ante la oportunidad de que todo sea abrazado por el amor y la misericordia de Dios ¿cuáles son los miedos o resistencias?. Entrégale todo… TODO. No tengas miedo, abandónate y confía.
Lo que necesitaba. Gracias siempre por sus palabras
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