No
sé cuál es la copa que tiene preparada para mí pero algo sí que sé y es que sin
su gracia: ni estaré preparada para tomarla, ni la aceptaré. Tal vez me resigne
pero no me la tomaré con gusto, me sabrá demasiado amarga. Y es que sin fe, sin
la confianza en Él, sin la experiencia de su amor… cualquier copa,
independientemente del contenido, se hace difícil de digerir.
El
Padre Bueno siempre tiene un Plan Misterioso que escapa a nuestro entendimiento
pero para bien de todos y gloria suya.
No
sé si tienes ya servida la copa en tu mesa o si el Padre todavía no te la ha
ofrecido. Lo que puedo compartirte, en mi corto entender, es que te la puedes tomar:
con amargura y desolación, con quejas y lamentos, con enojo y tristeza, o con
paz, aceptándola y abrazándola como medio de salvación que te va a permitir
encontrarle y acercarte más a Él.
Pidamos
la gracia de poder bebernos la copa cuando esté servida en nuestra mesa,
confiando en el Padre que solo sabe dar cosas buenas y dispone todo para bien
de los que le aman.
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