¡Cuidado con el
autoengaño! Bajo la creencia de “un Dios que me ama” puedo:
- Hacer de “mi capa un sayo” y deshacer a mi antojo.
- Tomar decisiones tomando como único criterio: mi propio capricho, querer e interés.
- Mantener conductas o hábitos dañinos para otros e incluso para mí.
- “Relajarme” y volverme tibi@, perezos@, cómod@... y justificar mi alejamiento con mis quehaceres, compromisos, ocupaciones.
¡Cuidado con el
autoengaño!. No todo se vale.
Creer que Dios me ama
no
me da poder para dejarme llevar por sentimientos negativos albergados en mi
corazón, tampoco para dirigir mi vida a mi antojo sin tener en cuenta la
repercusión en los otros
Creer que Dios me ama, y conformarme con eso, no
me garantiza que experimente su amor a menos que lo desee, que persevere en la
búsqueda, que sea fiel y ponga los medios para encontrarme con Él.
No es Él quien retira su
amor ya nos lo dijo San Pablo: “Nada nos separará del amor de Dios”. Somos
nosotros los que, con nuestras decisiones, elegimos permanecer o alejarnos de
ese amor. Y es que Dios no va a dejar de amarme pero en la medida que me voy apartando,
mi alma se va sintiendo más seca, más vacía. Lo sé, lo justifico y puede que
hasta me duela cuando estoy en silencio
conmigo pero, ¿qué hago por salir de mi autoengaño?.
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