Ante
el miedo a lo desconocido, a perder la propia seguridad o estabilidad, a vernos
desprotegidos por ver amenazada la identidad que nos hemos forjado… es
conveniente “quitar de en medio” aquello que es diferente o que puede hacer
tambalear el propio bienestar, comodidad, prioridades… Así echamos de nuestra
vida a los que son diferentes, a quienes
no son o piensan igual, y volvemos a
reproducir lo que aconteció e hicieron hace muchos años con Jesús
Sacamos
a Jesús de nuestra vida cuando llevamos el control, confiamos en nuestras
capacidades, nos creemos inmortales y que podemos hacer con nuestra vida lo que
nos “venga en gana”… Le sacamos de nuestra vida cuando nos buscamos, cuando nos
resistimos a soltar, cuando nos distraemos en cosas banales… También cuando
tratamos de imponer nuestras opiniones, hacemos daño a otros o a nosotros
mismos, cuando no nos aceptamos… Echamos a Jesús de nuestra vida con nuestros
rencores enquistados, con nuestros
juicios o con el orgullo que nos hace creer mejores que los otros e incluso
juzgar o no perdonar…
Es
el único que puede calmar nuestra sed, es lo que andamos desesperadamente
buscando… y en vez de recibirle en nuestra casa, le expulsamos. ¿Cuáles son los
miedos? ¿Qué tememos perder? ¿Qué creencias irracionales sería conveniente
desmontar? ¿Por qué tanta resistencia?
Mientras
no destronemos al “Yo” no podrá reinar en nuestro país, en nuestra casa, en
nuestro corazón.
Cuando el yo es mayor El es menor y es cuando perdemos todo.
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