Ayer,
un buen amigo, se preguntaba y me preguntaba: “¿Qué hace una violeta en medio
del bosque?”. No esperaba respuesta y tampoco contesté, nos quedamos en
silencio. Lo cierto es que esa violeta me acompañó todo el día y todavía la
tengo presente.
Esa
violeta en medio del bosque comparte su aroma y su belleza. La realidad es que
tal vez nadie nunca llegará a apreciarla, valorarla y ni tan siquiera mirarla
pero no por eso deja de ser lo que es. Esa es la gran diferencia con los seres
humanos:
- No somos conscientes de lo que somos y eso hace que nuestra vida no se oriente al fin para que el que fuimos creados respondiendo a lo que la sociedad nos propone o a un “dios” que pide, que exige, que espera…
- Nos falta la generosidad de la violeta que se da sin esperar algo. Y descubrimos en nuestro dar que: Buscamos que se nos reconozca, que se nos aplauda o al menos que nos agradezcan.
Si nos
centráramos como la violeta en ser lo que somos: Nuestros pensamientos,
palabras y conversaciones, nuestras acciones, deseos y proyectos… serían otros
porque todos estarían impregnados de amor
Las
flores no se envidian, no compiten, no aspiran a ser como… Las flores se
limitan a ser lo que son y han sido llamadas a ser. ¿Por qué no nos preocupamos
por ser lo que somos y hemos sido llamados a ser? ¿Acaso requiere de algún
esfuerzo?
Violetas,
rosas, margaritas, tulipanes, amapolas, lirios… unas adornando iglesias, otras
cementerios, otras siempre en el campo en el que nacieron… unas admiradas y
otras ignoradas… unas ensalzadas y otras pisoteadas… pero a la vez todas igual
de valiosas, queridas y necesarias para su creador
La
repercusión que tenga nuestra vida en los otros, si somos reconocidos o nadie
nos ve, si nos critican o no nos entienden… no es algo que deba preocuparnos.
No perdamos el norte. Centrémonos, como la violeta en medio del bosque, en ser
lo que somos.
Desde ya hay que trabajar en nosotros para ser mejores cada día, con la,GRACIA de DIOS podremos.
ResponderEliminar