Uno de los
males de los que adolece el mundo es el “no ser escuchados”. Soledad, dolor,
angustia, preocupación… bullen en el interior de muchos que desean sentirse
acogidos, acompañados, consolados. Sin embargo la escucha, lejos de
considerarse un valor, se ve como una pérdida de tiempo.
Quizás somos
de los que nos detenemos pero ¿cómo es la calidad de nuestra escucha?. Podemos
estar sin estar, pensando en otras cosas u ocupados en otros quehaceres. Es
importante y necesario brindar nuestra persona con todo lo que somos y tenemos
Si no
escuchamos al hermano al que vemos ¿cómo vamos a escuchar lo que hoy Jesús
tiene que decirnos?. “Dichosos los que
escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”. Es más fácil y sencillo escuchar
la televisión, las ofertas, las últimas novedades en el mercado, los anuncios
de fiestas… pero ¡Qué difícil escuchar a Jesús en un mundo con tanto ruido y
seducciones! ¡Y no digamos cumplirla!. Sin embargo Jesús asegura la felicidad,
no la que promete el mundo a base del mínimo esfuerzo, del aplastar al otro o
ser mejor o tener más que los demás, de buscar seguridades o bienestar
personal… Jesús nos anuncia la verdadera felicidad la que brota del salir de
sí, del darse… Él muestra el camino “Este
es mi Hijo Amado… escuchadle”. Ahora la respuesta está en nuestras manos
No hay comentarios:
Publicar un comentario