Hace
unos días escuché esta afirmación y no deja de resonar en mi interior: “Para recibir
primero hay que dar”. En mi opinión, vivir desde esta creencia, anula la existencia del amor
gratuito reduciéndolo a un amor condicionado e interesado que en realidad no es
amor sino egoísmo.
Si
doy para recibir: Invertiré tiempo, esfuerzo y recursos para que se me devuelva
al menos lo mismo que entregué. En el mejor de los casos lo lograré y, en el
peor de los casos me frustraré, porque mis expectativas no fueron satisfechas,
e incluso podré llegar a enojarme con quien no respondió como esperaba
Desgraciadamente
esta creencia está muy arraigada y se actúa en función de ella, unos más
conscientemente que otros.
Extrapolando
esta creencia al ámbito cristiano, encontramos gente muy comprometida en la iglesia
y con colectivos marginados que esperan recibir “algún día” recompensa de un
“dios” que da en función del tiempo invertido, de las obras, del sacrificio
realizado, de los rezos… Y la realidad es que al Dios de Jesús no se le puede
conquistar, se da gratuitamente, regala su amor con independencia de lo que
hagamos o de cómo nos comportemos. La Buena Noticia es que de Él se puede
obtener todo lo que nuestro corazón anhela sin realizar el mínimo esfuerzo, tan
solo con disponerse y abrirse para acogerlo.
Creo
en un Dios que se da sin esperar algo a cambio. Creo en el Amor incondicional,
gratuito, que se da incondicionalmente… Creo que este amor es posible vivirlo
entre nosotros porque el Amor nos habita.
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