Me compartía
el otro día una amiga que quería hacer algo para responder a tanto amor de Dios
y no sabía qué. En su comunidad hay catequistas de sobra, la pastoral social
también cuenta con demasiados voluntarios…
Se puede caer
en la tentación de llegar a concretar y limitar la respuesta a tanto amor en un
compromiso específico y con eso sentir que ya cumplimos. O en la tentación de
hacer respondiendo a un “dios” que nos pide
Pienso que el
“Señor, ¿qué quieres que haga?” es
una espada de doble filo si no nos la planteamos frente al Dios de Jesús. Nos
puede crear ansiedad si no encontramos el qué, dónde o con quién, o podemos
lanzarnos a hacer respondiendo a lo que creemos o a nuestra voluntad y no tanto
a lo que el Señor quiere de nuestras vidas.
Si el verbo
“hacer” nos trae de cabeza tal vez convendría que nos preguntáramos: “Señor,
¿cómo puedo amarte?”. Cada uno tendrá que encontrar su camino de entrega
particular porque no se trata de imitar a otros sino de ser uno mismo y dejar
que se despierte la creatividad
“Señor, ¿cómo puedo amarte?”. Amándote
siempre y en todo momento. Amándote en lo que se hace, por rutinario y simple
que parezca. Amándote en cada persona.
Cuando el fin
del amor es Él: No hay críticas que afecten, no se espera gratificación o
recompensa, no duele la reacción de aquellos a quienes se dirige la acción.
Tener claro por quien se vive, se hace, se habla… y a quien se ama con todo
ello.
No es tanto
lo que se hace sino cuánto se ame en lo que se hace.
No se trata de hacer cosas, sino estar más en ellas
ResponderEliminarQue bueno Gloria. No se trato de hacer sino de ser. Si me dejo amar por Dios ese amor brotara hacia los demás.
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