Puede que no nos creamos merecedores del
amor de Dios si revisamos nuestro pasado, nuestros defectos, nuestras
debilidades, pasiones, apegos… Y es que si buceamos en nuestra historia, en
nuestra vida, y en lo más profundo… no encontramos más que miseria, pobreza…
Afortunadamente su amor nos alcanza y abraza tan solo porque somos sus hijos.
Ese amor que se nos regala es gratuito
pero a veces surgen las dudas. Es por eso que corremos desenfrenados la carrera
del hacer, del compromiso, de la entrega… en aras de conseguir el anhelado
premio… como si su amor o la salvación dependiera de los méritos conseguidos. Otras
veces nos frustramos o culpabilizamos ante cada caída, cada torpeza cometida,
cada falta de caridad con el hermano... pensando con ello que perdemos
“puntos”. Y en ocasiones surgen situaciones adversas que creemos que nos las
merecemos por lo “malas personas” que hemos sido o somos y nos hacen pensar que
Dios nos ha retirado su favor.
Todo un Dios se abaja hasta nuestra
realidad y existencia, hasta nuestra miseria y pobreza, para dársenos porque
sí, por puro amor. Amor que no es producto de lo que hacemos o dejamos de hacer.
Todo un Dios nos ama “a pesar de…”, se
abaja hasta nuestras zonas más oscuras, y se dona generosamente sin esperar
algo a cambio…
Todo un Dios nos ama no por nuestras
cualidades, no por nuestras obras, no por nuestras oraciones, no por… tan solo
porque sí, porque solo entiende de amar.
Nada de los que hagamos en beneficio o
perjuicio de otros o de nosotros mismos podrá aumentar o disminuir su amor.
Indignos sí pero ¡qué fortuna contar con el
amor de un Dios que, conociéndonos, nos quiere con locura porque somos sus
hijos!.
Amén.
ResponderEliminarUn abrazo fraterno Gloria.
Dios te bendiga y te de siempre sabiduría para compartirla.
Cuán inmensa Paz en cuánta Verdad del Amor de Dios Padre a sus hijos e hijas en María Madre.
ResponderEliminar