Me quedo perpleja ante muchas de las
noticias que acaparan los informativos. Hace unas semanas el caso del cocinero,
hijo de actor, que mató y cortó a pedacitos a un cirujano. Después el del beso
en la final del mundial de fútbol de mujeres. Y todo ello despertando juicios
de unos y de otros.
San Juan Bautista solo buscó el bien, deseó que todos viviésemos como hermanos y acabó asesinado cruelmente por el capricho de una joven que deseó ver su
cabeza sobre una bandeja de plata.
Entre un caso y estos otros han pasado
más de dos mil años pero lo cierto es que seguimos cometiendo los mismos
crímenes. La realidad no ha cambiado tanto. La humanidad sigue padeciendo de
las mismas miserias, de la misma fragilidad, de la misma maldad…
En pleno siglo XXI seguimos cortando
cabezas con nuestra lengua: Al que sale en la tele, al vecino, al compañero de
trabajo, al hermano… Los juicios hablan de orgullo, de desconocimiento de la
propia verdad. ¡Como si lo que ha hecho aquel a quien señalo nunca sería capaz
de hacerlo!. ¡Qué confundidos estamos!. Yo no me veo capaz ni de decir que
algún día no podría matar a alguien o incluso cortarlo a pedacitos. Siento si
escandalizo a alguien pero así me veo, quizás por eso no tengo el valor de
emitir el más mínimo juicio ante una realidad así.
Hablar es muy fácil pero caigamos en la
cuenta de que podemos llegar a hacer cosas peores. Señalar es una manera de no
mirarnos, muchas veces buscando que otros también miren a “quien comete el
crimen” para que no conozcan nuestra verdad. Es preferible apuntar con el dedo
a otro, así nadie se fije en uno.
No quiero justificar comportamientos, ni
apruebo con lo que digo ciertos hechos, pero si conociésemos nuestra naturaleza
seguro que no nos sentiríamos dignos de emitir el mínimo juicio.
Pienso en quienes seguían a Jesús. Todos
estaban convencidos de acompañarle hasta el final. A la hora de la hora uno le
traicionó, los demás lo abandonaron. Nos pasa y puede haber pasado que,
pensando en creer poder hacer algo o evitar una caída, hemos fracasado.
Pongamos atención en la viga que tenemos en el ojo antes de incentivar a otros
a señalar los defectos de otros o apoyar a quienes nos muestran los errores de
los demás. Porque todos podemos llegar a cometer los mismos “crímenes” o peores
sin que necesariamente corra la sangre.
Que fácil ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el mío, gracias!
ResponderEliminarGracias por tu reflexión, que comparto.Tenía ganas de escuchar algo como lo que has expuesto. Gracias Gloria
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