Me desperté y me resonó esta pregunta… me puse a querer hacer cosas e
imposible… no me concentro… algo me dice que me ponga a escribir ya… y si no lo
escribo ahora, se perderá para siempre.
Siempre he escuchado la pregunta: ¿Qué puedo hacer por Cristo?. En los
Ejercicios de San Ignacio se invita a los ejercitantes a hacérsela mirando al
crucificado. La puedo entender pero no desde el hecho de que yo le debo algo
(porque se me dio de gratis y sin condiciones) sino desde el punto de ponerme a
su disposición para que Él continúe su obra por medio de mí.
Pero en este momento me resuena más esta otra pregunta: ¿Qué hago con
Cristo?. Porque puedo saber quién es, creer en Él, decir que hago algo por Él,
admirarle… pero ¿qué hago con Él?
El orgullo, el creernos autosuficientes, el confiar en nuestras capacidades
y talentos, el apoyarnos en lo que somos y tenemos… son suficientes para “hacer
sin Él”. Él no cuenta, Él no nos hace falta, nos valemos nosotros mismos, no le
damos oportunidad, no es necesario, lo podemos todo
También podemos pensar que sí, que lo que hacemos lo hacemos con Él pero a
la hora de la hora sabemos que no es cierto porque no le dejamos la más mínima
oportunidad de acción
Cuando “hacemos con Cristo” no calculamos, no medimos, nos dejamos
sorprender… nuestro objetivo es que se le vea a Él y no a nosotros… nos dejamos
inspirar… nos dejamos llevar… no controlamos…
Cuando “hacemos con Cristo” el éxito, en términos humanos, puede que no se
vea
Cuando “hacemos con Cristo” la obra es suya y pasa lo inesperado… lo que
sucede sobrepasa nuestro cálculo y entendimiento
Cuando “hacemos con Cristo” se producen los milagros
Cualquier momento es bueno para preguntarnos: “¿Qué hago con Cristo?”. ¿Por
qué no forma parte de mi equipo? ¿Cuál es mi miedo? ¿Qué obstáculos pongo? ¿Qué
puedo perder?
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