Escuché
el otro día una prédica en la que nos invitaban a
sorprender a Jesús.
¿Sorprender
a Jesús? Sorprender a Jesús me sitúa en el centro, yo soy protagonista, yo tomo
la iniciativa, deseo conquistarlo, debo ser creativo, tengo que esforzarme… Es
mi ego el que me mueve. ¿A qué “dios” trato de responder? ¿Qué imagen tengo de
Dios?
El
Dios de Jesús que es Amor y solo sabe amar… lo único que espera de nosotros es
que nos abramos y acojamos ese Amor, que nos dejemos sorprender por su
Presencia a veces visible y otras veces escondida… Solo así transformaremos
nuestra vida
No
es tanto el hacer sino el dejarnos hacer… el dar sino el acoger su amor… el
sorprender sino el dejarnos sorprender… Si me enfoco en el hacer… en el dar… en
el sorprender… en el servir… en el… yo soy el protagonista…yo soy el centro…
hago mi voluntad y no la suya
La
clave está en no perder el centro. En la medida que yo soy el centro, estoy
respondiendo a otros dioses. En la medida que Él es mi centro, el protagonista
es Él y la iniciativa es suya…. Él toma el control y guía mi vida
La
actitud de Jesús es la de quien está atento a todo lo que sucede, la de quien
se deja sorprender por los guiños del Padre, la de quien descubre Su Presencia
en todo lo que ocurre, la de quien contempla, la de quien aprende de lo que le
pasa y lo utiliza, la de quien está abierto a la novedad.
Ningún/a
sant@ de la historia se propuso sorpender a Jesús, de haber sido así no hubiera
llegado a sant@. L@s sant@s se dejaron sorprender, se dejaron hacer, se dejaron
llenar… Experimentaban y vivían a Dios como su centro, origen y fin de todo… Se
sabían y sentían instrumentos y le dejaron hacer… por eso hicieron lo que
hicieron y llegaron a lo que llegaron… porque no fueron ellos sino que le
dejaron a Él realizar su obra a través de ellos
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