jueves, 6 de agosto de 2020

“NOS QUIERE DÓCILES, NO PERFECT@S”

Hay quien en el camino del Señor se afana por ser perfecto, por no cometer errores, por cumplir los mandamientos y no caer, por… dedicando tiempo, esfuerzo y todo lo que esté a su alcance por conseguirlo. El problema es cuando no se logran las expectativas deseadas. Con el fracaso viene la condena, la autolesión por medio de mensajes o hechos, el odio que se revierte hacia sí y hacia los otros, y la consiguiente culpabilización. ¡Qué mal rollo!. Cuanto sufrimiento y cuanto dolor en vano.

¿A qué se debe el afán de perfección? ¿Será en la creencia de un “dios” exigente, que nos pide cuentas de nuestras obras, que nos tiene preparado un premio o un castigo en función de lo que tengamos que ofrecerle? ¿Quizás se cimenta en los argumentos de algunos líderes religiosos que sufren del mismo mal? ¿O tal vez es un medio aprendido desde la infancia para buscar el cariño, el reconocimiento y la valoración de padres o profesores?

Sea como fuere… Dios no quiere personas perfectas. Nos sabe imperfect@s, rot@s, herid@s, endurecid@s, rencoros@s, soberbi@s, engreíd@s… ¿acaso podemos engañar a quien nos conoce mejor que nosotros mismos?

Dios no quiere personas perfectas porque ahí no puede hacer su obra. Quiere personas dóciles:

  1. Que reconozcan su verdad, su pobreza, su miseria, su pequeñez…
  2. Que estén disponibles y dispuestas a todo, que lo acepten todo
  3. Que confíen en que están en buenas manos y se dejen llevar
  4. Que acojan y se dejen abrazar por su amor y su misericordia


La perfección nos aleja de Dios, es un bloqueo a su acción

La docilidad nos acerca a Dios y le permite ser y actuar

¿Con qué actitud vives tu día? ¿Con qué actitud te presentas ante Él?

Nos quiere dóciles, no perfect@s.


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