Creemos tener nuestra vida bajo control
y cuando menos lo esperamos sucede algo que nos hace cambiar el rumbo o al
menos nos trastoca el día. ¿Cuál es nuestra reacción?
Pasamos la vida buscando y queriendo
hacer la voluntad de Dios pero raramente la encontramos en esos acontecimientos
que no estaban en nuestros planes. ¡Cómo nos cuesta descubrir a Dios en lo que
se escapa de nuestras manos y no podemos manejar!
Hacer la voluntad de Dios es:
Abrirnos al amor en todo lo que vivimos
(actividades ordinarias o cotidianas, encuentros, sucesos inesperados…). Porque
Él nos habla y manifiesta su amor a través de todo y de todos aunque
consideremos negativo aquello que nos ocurre
Amar lo que vivimos porque todo está
habitado y envuelto por su Presencia
Está en todo y en todos pero los afanes
de la vida, el vivir en el pasado o el futuro, el ruido, las prisas… nos ciegan
y nos impiden descubrirlo en el día a día, en cada tarea, en cada relación.
Está en todo y en todos pero por
empeñarnos en tener todo bajo control no nos abrimos a su amor, a la sorpresa,
al Misterio escondido en todos los sucesos inesperados.
Ábrete al Amor en todo lo que te toca
vivir, ama lo que vives y CONFÍA. Él todo lo hace bien.
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