domingo, 30 de agosto de 2020

“SU AMOR NO HACE DISTINCIÓN”

 


Dios nos regala su amor y no hace distinción en función de nuestras creencias, méritos, sacrificios o penitencias realizados, del tiempo que llevemos colaborando en la Iglesia, de los cargos o títulos que tengamos…

Ya lo dijo Jesús cuando narró la parábola de los trabajadores en la viña. A todos, desde los que habían trabajado todo el día hasta los que llegaron a última hora, les pagó lo mismo. Y es que Dios solo tiene una manera de dar y darse y es el AMOR y para Él todos somos iguales.

Algunos interpretan el amor que Dios les tiene en función de cómo les va o de lo que tienen (casa, hijos, carro, trabajo, salud, buen salario, amigos…). Conclusión: A quienes no les va “tan bien” es porque no cuentan con mucha gracia de Dios o se ha olvidado de ellos.

Según esta manera de pensar: Dios ama muy poco al que se enferma de COVID y además muere, o a quien es asesinado, o a quien es abusado, o a quien vive en condiciones de pobreza o miseria, o a quien ha perdido a una hija, o a quien fue abandonado de pequeño, o a quien enviudó joven, o a quien padece de Alzheimer, o a la anciana abandonada, o a quien está preso, o a las prostitutas, o… ¡Qué gran error!. Y es que no podemos cuantificar el amor del Padre en función de “cómo nos va en la vida” porque estamos tomando como referencia “las medidas” o criterios del mundo.

Creer que: “Me quiere más a mí que a “X””, o que “No quiere a “Y” porque…”, o que “Se ha olvidado de mi porque…” es desconocimiento del amor del Padre

El amor del Padre es generoso e indiscriminado. ¿Acaso no sale el sol para buenos y malos? ¿Acaso no cae la lluvia sobre justos e injustos?

Ese amor es regalo “para todos”… La clave está en abrirnos y acoger ese amor que se nos regala a manos llenas y gratuitamente, sin condiciones, sin que hayamos hecho algo por ganarlo o merecerlo.

Se nos da a todos “en la misma medida”. ¿Qué tan disponibles estamos para dejarnos abrazar por ese amor?

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