La vida de Jesús fue
un constante “Sí”… y hasta el final. Sí al amor, a la vida, a la misericordia,
al servicio, a la compasión, a la entrega, a salir de Él… Sí a la voluntad del
Padre
Un “Sí” a pesar de
las críticas, de no ser entendido, del peligro, del rechazo, del abandono, de la
injusticia, de las burlas…
Un “Sí” fiel porque
tenía los ojos puestos en el Padre y eso le permitía tener claro su centro, su
origen y su fin
Un “Sí” apoyado unas
veces en la Presencia amorosa y otras en el Silencio
“Sí”… siempre “Sí” a
lo que tuviera que ver con la Buena Noticia, con el proyecto del Padre, con el
amor
Seguir a Jesús no es
decir un día “Sí” sino decir “Sí” cada día:
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A pesar de lo que digan o piensen
otros
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A pesar de las renuncias, dificultades
o consecuencias
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A pesar de la historia, del pecado, de
la fragilidad, de la limitación…
Es un “Sí”…
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Que se expone, que se arriesga
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Que no se sabe a dónde puede llevar
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A ciegas, confiado
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Que no mide, generoso
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Que se mantiene y es fiel en las
pruebas
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Incondicional
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Sostenido por el amor y la misericordia
de un Padre Bueno
Renovemos nuestro
“Sí” cada día para que al final de nuestra vida podamos decir como Jesús: “Todo
se ha cumplido”
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