Tu vida es sagrada, es fruto del amor de un Dios que te ha creado y por lo tanto merece, en primer lugar, que la cuides y respetes pero también que la hagas respetar. Mientras no tengas esta experiencia difícilmente podrás dar el siguiente paso.
Y es que, así como tu vida es sagrada, también la vida de
los otros es sagrada. No la ves así cuando te aprovechas de ellos, cuando les
impones cargas que no les corresponden, cuando les utilizas en tu propio
provecho, cuando los maltratas de cualquier forma.
La vida de los otros también es fruto del amor de Dios. Las
personas no son un medio, son un fin en sí mismas y si no nos acercamos a ellas
con reverencia y respeto y no las vemos y tratamos como lo que son, es porque
no hemos conocido a Dios. Tal vez decimos que creemos, y nos congregamos, y participamos
en todas las cadenas de oración, y somos muy buenecitos y piadositos para
otros… pero no hemos experimentado su amor porque no nos hemos abierto a Él.
Hay que dar un paso más…
La persona, la vida y la historia... tanto la tuya como la
de los otros es sagrada. Y más allá de si pensamos o no igual, de si responden
o no a nuestras expectativas, de si… Hemos sido creados por amor y debemos
acercarnos a los otros, tratarlos y acompañarlos, con esa reverencia propia de
estar en terreno sagrado y digno de respeto.
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