¿Eres de las
personas que te cuesta poner límites? ¿Por qué permites a otros que invadan tu
espacio? ¿Tienes miedo a que se alejen de ti, a que hablen mal de ti, a que se
formen una imagen errónea o distorsionada…?
¿Qué hay de tu
sentimiento de culpabilidad cuando no pones límites? Sabes que te estás
haciendo daño, que sufres ¿por qué sigues permitiéndolo?
¿Qué hay de tu
sentimiento de culpabilidad cuando los pones porque te dices lo “mala persona
que eres” por hacer algo así?
Tienes una dignidad
como Hij@ de Dios que no debes permitir que atropellen ¿por qué sientes esa
culpabilidad malsana y tan poco cristiana?. Tienes un espacio que debes
defender contra quienes quieran dañarte física o emocionalmente, contra quienes
quieran abusar de tu vulnerabilidad y fragilidad.
San Pablo dijo a
los Filipenses: “¡Cuídense de los perros, cuídense de los obreros malos,
cuídense de los que se hacen incisiones!”. En definitiva: Cuídate de quien no
te respete, de quien se quiere aprovechar de ti, de quien te responsabiliza de
cargas que no te corresponden, de quien te maltrata de cualquier forma, de
quien te quiere engañar, de quien… No eres mal cristian@ por poner límites…
todo lo contrario: un cristian@ tiene que ser astuto, tener los ojos puestos en
Cristo, y no dejarse embaucar, seducir, engañar, aplastar, atropellar…
Cuídate… pon
límites… no sólo no pierdes nada sino que ganas mucho. Los demás llegan en tu
vida hasta donde tú les permites. La responsabilidad es tuya. Dejarles entrar
no es amor a uno mismo, facilitarles el acceso no es cristiano. Defiende tu
dignidad, eres Hij@ amad@ de Dios y tu valor es infinito. De ti depende que los
otros invadan o no tu territorio. Date tu lugar. Marca tus límites y dalos a
conocer.
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