viernes, 10 de diciembre de 2021

“¿SANDWICH O CAFÉ CON PAN?”

 

Imagina que todos los días, de camino al trabajo, te encuentras al mismo joven pidiendo en la calle. De pronto decides asumir el compromiso de llevarle un sándwich de jamón y queso todas las mañanas. Lo que al principio te llena de satisfacción y alegría se convierte en un jarro de agua fría cuando, tras unas semanas, te dice: “Ya me cansé del sándwich, ¿por qué no me da mañana un café calentito con algo dulce?”. ¿Cuál sería tu reacción ante un hecho así?. ¿Con cuál de estos supuestos te identificas?:

  • “Pero ¿de qué va?”; “Encima con exigencias”, “¡Qué aprovechado!”; “Se está riendo de mí a la cara”; “Pero ¿es qué no valora el esfuerzo, el tiempo y el dinero que me supone?”…
  • “Que le den… se acabó… mañana ya no paso por acá”
  • “Está bien, si eso es lo que quiere, mañana le traeré su café con pan”

Más allá del mendigo y del sándwich, esta historia es tan real que a todos nos ha sucedido una, dos, tres y un montón de veces. Ante reacciones de los otros que nos descolocan, en las que nos podemos sentir afectados, atacados, ninguneados… surgen infinidad de emociones y sentimientos encontrados. Y en medio de esa tempestad interior se nos pide dar una respuesta

Que todos sufrimos esas tempestades interiores es una realidad. Que ahí no hay diferencias entre nosotros es una verdad. Somos demasiado iguales en miseria y fragilidad pero eso no nos determina. Lo que realmente nos determina no son nuestras emociones sino la respuesta que damos a las situaciones a pesar de “eso” que sentimos. Lo que marca la diferencia entre unos y otros son los hechos, nuestra forma de resolver, reaccionar y actuar. Lo que el otro piense o diga, sus intereses, sus intenciones… no tienen que condicionar mi actuar. No podemos perder de vista a quien queremos seguir, a quien queremos servir, a quien queremos responder.

Mañana tengo la oportunidad de pasar por la misma calle ¿lo haré?. Y si decido tomar el mismo camino ¿qué llevaré al mendigo?. Puede que se esté riendo de mí, quizás es un aprovechado, tal vez tiene más que yo, a lo mejor… Si no le llevo algo me auto engañaré queriendo creer que gané la batalla pero en realidad sé que la habré perdido. Sólo triunfaré si le preparo un buen café y le regalo un delicioso dulce. Lo grande a los ojos humanos es “basura”. Solo lo pequeño, lo despreciado, lo silencioso, lo insignificante, lo humilde es “un gran tesoro” que pocos reconocen, valoran y desean.

2 comentarios:

  1. La limosna no es la solución. Si en un mercadillo compras a uno por compasión, mañana tendrás que comprar a dos. En lugar de limosna, puesto de trabajo. Cuent

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  2. Cuentan que a un mendigo le ofrecieron un trabajo con un sueldo. Lo rechazó porque ganaba más pidiendo.

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