Nos apegamos a lo que tenemos como si nos
perteneciera, y nos apropiamos de lo que se nos regala como si fuese un derecho
merecido. Por esto corremos el riesgo de no agradecerlo, y cuando lo perdemos
somos capaces de todo por recuperar lo que se nos ha quitado o al menos ponemos
los medios para tratar de llenar el vacío que nos dejó.
Y en todo esto… ¿Hay algo que nos pertenezca
realmente? ¿Poseemos algo que no lleguemos a perder algún día? ¿Qué tan
conscientes somos de que hoy está y mañana puede que no? ¿Agradecemos lo que
tenemos ahora? ¿Sabemos dejar ir con la misma facilidad con que llega a
nuestras vidas? ¿Qué sentimientos surgen antes las pérdidas?
Todo pasa, todo es temporal, todo llega y se va. ¿Qué tan necesitados y dependientes nos sentimos, que tan humildes somos, para recibir lo que viene? ¿Qué tan soberbios para no acoger o rechazar lo que se nos regala? ¿Qué tan generosos y desprendidos para soltar aquellas realidades que ya “no tocan”, que ya cumplieron su misión en nuestra vida, o que consideramos que nos son “arrebatadas”?
Solo hay una realidad que permanece pero ¿A dónde
agarrarse, cuando no se tiene fe, si todo se desvanece? ¿De qué sirve aferrarse
si en cualquier momento “eso”, que creía mío o que era para siempre,
desaparece?
Saber acoger, abrazar, recibir… Saber soltar, dejar
ir…
Y dar gracias siempre y por todo porque todo forma
parte de un plan misterioso de Amor
Totalmente de acuerdo. Cuando permitimos a JESÚS SEÑOR entre en nuestra vida, nos enseña a vivir sabiamente y dar su lugar a todo.Ya no se sufre por apegos u obsesiones.
ResponderEliminarQue mensaje tan cierto. Gracias Gloria
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