La alta incidencia de positivos por COVID junto con las fiestas navideñas, consiguen sacar lo mejor pero también lo peor de nosotros mismos pero ¿qué hacemos con todo ello?
Me da tristeza ver cómo surgen los malos
entendidos, se defienden los puntos de vista personales (unos priorizan la
diversión, otros la responsabilidad y el bien común… unos el interés propio,
otros el bienestar general… unos la economía y otros la salud… unos toman
decisiones desde sus caprichos, otros desde lo que es mejor para todos), se
agravan los conflictos en las familias, se ensanchan las distancias… En estas fechas vuelven a florecer aquellas heridas que no
habíamos sanado, se hacen manifiestas nuestras necesidades insatisfechas… y en
lugar de aprovechar todo esto como una oportunidad de crecimiento, buscamos
culpables y asumimos el rol de víctimas porque “los malos son siempre los
otros, por supuesto”
Feliz 2022 |
¿Cuáles son nuestras heridas? ¿Abandono,
rechazo, humillación…? ¿Por qué no buscamos la manera de aceptarlas, acogerlas
y abrazarlas en lugar de enojarnos con los otros, con la vida o con Dios?
¿Cuáles son nuestras necesidades? ¿Qué me
acepten, que me quieran, que me valoren, que estén conmigo…? ¿Por qué hacemos
responsables a los otros de lo que nos toca? ¿Por qué les exigimos que
satisfagan nuestras carencias?
¡Qué difícil resulta relacionarnos cuando lo
hacemos desde nuestras heridas y necesidades! De esta forma es inevitable el
conflicto y creamos muros que nos separan de los otros y nos aíslan de ellos. Todo
ello, lejos de aliviarnos, intensifica nuestro sufrimiento
A punto de comenzar un nuevo año sería bueno
que nos miráramos al espejo y encaráramos todo aquello de pobreza, fragilidad,
miseria y limitación que hay en el propio haber para poderlo integrar y
comenzar a construir puentes.
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