Es
el colmo… ¿Hasta dónde puede llegar la ridiculez del ser humano para
estigmatizar a otro por tener una enfermedad? Y la realidad es que está
sucediendo hasta el punto de que la gente calla y niega.
¿Cómo
puedes decir que crees en Dios y sigues a Cristo si cuando ves a una persona
con COVID-19 o crees que puede tenerlo, solo ves una amenaza?
Pero
la verdad es que nos sucede no solo con esta enfermedad. Pasa en el diario
vivir. Quien no piensa o actúa como nosotros, se convierte en una amenaza para
nuestra imagen, para nuestro equilibrio e incluso para nuestra vida y entonces
activamos nuestros mecanismos de defensa huyendo o atacando.
¡Qué
triste cuando no vemos más allá de lo que nuestros ojos físicos alcanzan a
contemplar!
¡Qué triste cuando el centro de nuestra vida
somos nosotros mismos y nos defendemos de todo y de todos a capa y espada!
¡Cuánto por aprender, cuánto por cambiar…!
¿Qué haría Jesús hoy? Solo contemplemos qué
hacía entonces con los leprosos. ¿En qué se parecen nuestras actitudes frente a
los enfermos de COVID-19 a las de Jesús con los leprosos?
¿Y si fuéramos nosotros los enfermos? ¿Nos
gustaría que la gente nos señalara, se alejara, nos abandonara…? ¡Cuánto nos
cuesta también ponernos en el lugar de los otros aun sabiendo que podemos estar
en su propia piel en cuestión de poco tiempo!
Esa persona enferma de coronavirus es, por
encima de todo, una persona. Hija de Dios y tan querida por el Padre como tú y
como yo. Necesitada de afecto, comprensión y acogida como tú y como yo. Digna
de respeto, valoración y aceptación como tú y como yo. Ampliemos nuestra mirada
y abramos nuestro corazón porque esa persona, enferma de COVID-19, es nuestr@
herman@.
Que bien acertado, apegado a la realidad, lucharemos interiormente contra esa amenaza, apegados al Amor en JESÚS.
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