jueves, 2 de julio de 2020

“TOCANDO LA FRAGILIDAD”


No hay nada que nos haga ser más conscientes de nuestra pequeñez, debilidad y fragilidad que nuestra propia muerte. El verla de cerca nos pone cara a cara con nuestra verdad, nuestra limitación, nuestra temporalidad. Pero también con nuestros miedos, insensateces,  desconfianzas, dudas…
Hay países que ya viven una “nueva normalidad” mientras otros (a pesar de llevar más de tres meses y medio encerrados en casa) estamos en el lugar más oscuro del túnel. El número de contagios y muertos asciende de forma vertiginosa. Y ya todos conocemos familiares, amigos, vecinos que han enfermado e incluso han fallecido
Ver tan de cerca nuestra finitud nos tendría que ayudar a vivir, pensar, actuar y relacionarnos de manera distinta. Nadie es más que nadie, nadie puede más que nadie… y en estos momentos en los que ni el dinero es suficiente para alargar la vida, se pone de manifiesto que realmente “no somos nada”. Todos hechos del mismo barro, todos igualmente expuestos, todos vulnerables. Y es que si es el momento de partir, no habrá respirador, doctor, ni hospital que pueda hacer algo.
Yo digo que esta pandemia es antievangélica porque nos obliga a estar distanciados, encerrados físicamente… pero a la vez es un medio para que en medio del dolor, del sufrimiento, de las necesidades de los otros, de la enfermedad y de la muerte, podamos construir el Reino y vivir el Evangelio con nuestras actitudes y acciones
Que todo esto que estamos viviendo sea un medio también para, desde nuestra debilidad y fragilidad, dejarle ser y hacer a Dios


No hay comentarios:

Publicar un comentario