“En
aquel tiempo se levantó una fuerte tempestad”. Hoy son sucesos, acontecimientos,
situaciones adversas, la relación con los otros… los que provocan emociones que
nos zarandean y desequilibran con riesgo de naufragar. Tempestades que nos
desconectan de nuestro ser, de nuestra Fuente, de Dios… porque nos enredamos en
lo de afuera, en lo externo, haciendo caso omiso a quien nos habita.
Solo dos palabras: “Silencio, enmudece”. Déjate de
discursos, argumentos, explicaciones… Déjate de quejas y lamentos. Déjate de
culparte o culpar a otros. Déjate de victimizarte.
Silencio… Silencio y volver la
mirada al interior, a lo profundo. Acallar los ruidos externos e internos. Y
así poder conectar otra vez con la paz y el amor que permanece siempre ahí. (Cuando
hablamos por whatsapp a veces se pierde la señal. La persona sabemos que está
al otro lado pero no hay manera de poder hablar con ella. Con el Señor también
perdemos a veces la señal y es necesario reestablecer la relación y
comunicación por medio del silencio y el encuentro personal para experimentar la
paz y la calma que somos y tenemos, la paz que un día nos dio y nos dejó para
siempre)
“¿Por
qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”. Todos, consciente o inconscientemente, nos
vemos envueltos en infinidad de tormentas. El problema no es tanto la tempestad
sino el consentir permanecer y recrearse en ella en lugar de poner los medios
para salir y recuperar la calma. “Silencio,
enmudece”
¿Hay alguna tormenta de la que
no podamos salir?
Grande lección divina que, nos recuerda Nuestra Fe, en y cómo está, débil o fortalecida? Oh, que no olvidemos que siempre ahí Está el SEÑOR 💗.
ResponderEliminarMuchas tormentas hay que nos mojaron y nunca hemos querido secarnos o cambiar de ropa para seguir adelante. Gracias Gloria tkm.
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