martes, 4 de enero de 2022

“SÍ, TENGO MIEDO”

 

Tengo miedo, lo reconozco y lo confieso públicamente. Hay quien me ve fuerte y es cierto pero también es verdad que esa fortaleza no es mía. Hay quien me considera valiente pero sólo yo sé lo cobarde y miedosa que soy así que esa valentía tampoco es mía. Por esto no puedo vanagloriarme de lo que soy, de lo que hago, de lo que tengo… porque no es mío, porque no me pertenece

Tengo miedo, todo me da miedo: las ratas, viajar en avión, los ascensores, una enfermedad incurable, el covid, que me asalten, que fallezcan mis padres, alejarme de Dios, caer, hablar en público… Pero ¿Es algo raro tener miedo? ¿No es una emoción presente y natural en todos nosotros, lo expresemos o no? ¿Acaso no sería patológico no tenerlo? Por experiencia puedo decir que una extraña paz, que tampoco es mía, ha aparecido en momentos que temía. Ignacio lo llamaba consolación y es un don de Dios. Toda la vida decía que nunca viajaría en avión, la primera vez fue para cruzar el océano con 26 años y sola y ¡tenía una paz cuando me senté en el asiento que me daba lo mismo que nos estrelláramos!. Y podría contar un montón de anécdotas pero voy a continuar con la reflexión…



El problema lo tenemos cuando no escuchamos o miramos nuestros miedos, cuando vivimos ocultándolos o negándolos creyéndonos por encima de todo y de todos, o juzgando a quienes lo sienten y expresan… cuando huimos del miedo refugiándonos en “otras cosas” o en el activismo.

Si habláramos de nuestras emociones con la misma facilidad con la que hablamos del tiempo, de vanidades, de nuestros éxitos, de la vida de los otros… podríamos comprendernos mejor y ser más compasivos unos con otros. Desgraciadamente no todos estamos preparados para acoger y abrazar las emociones de los otros porque ni siquiera somos capaces de aceptarlas en nuestras vidas. Y de remate, para que no nos afecte lo que otros sienten, hacemos comentarios muy poco acertados que lejos de consolar, acompañar y aliviar, caen sobre ellos como un pedrusco pesado: “¿Pero por qué tienes miedo?”, “No es para tanto, mira a otros…”, “No tienes por qué tener miedo Dios está contigo”, “Parece mentira, tú que tienes fe”, “Eso que te da miedo es una tontería”… De esta manera ¿quién no se va a sentir incomprendido y juzgado?.

Sí, tengo miedo pero no me enojo contra él. No me resulta un problema tener miedo, puedo convivir con él. No me impide ser, actuar, vivir. Lo asumo, lo acepto, lo acojo como parte de mí. Me hace recordar mi pequeñez, mi fragilidad, mi limitación... Me permite estar alerta y cuidarme. Creo que el Señor también se sirve de nuestras heridas, de nuestra miseria, de nuestras emociones, de… para encontrarse con nosotros. Y algo también muy bueno e importante es que me facilita el poder comprender y acompañar a otros en sus miedos y angustias.

Tener fe no nos libra de tener miedo, de las pruebas, de las dificultades, de las dudas... El mismo Jesús nos muestra el camino. Es el amor el que nos puede ayudar a trascender nuestros miedos:


* La relación y el encuentro con el Amor, con el Señor, por medio de la oración. Abrirnos al amor de Dios, abandonarnos a Él y a su voluntad, ponernos en sus manos con una confianza infinita. Esto es lo que a Jesús le ayudó en medio de su miedo y angustia ante una muerte inminente. Y Dios no eliminó su miedo pero sí le fortaleció y consoló, le regaló su paz y le animó a afrontarlo.

La relación de amor con el Señor es un antídoto para superar todo miedo posible. Sólo Él sabe qué es lo que más nos conviene.
Saber mirar más allá del propio miedo y descubrir el amor de un Dios que está en nosotros, compartiendo nuestras fatigas y temores. “Hágase en mí”

* La relación y el encuentro con el amor de los otros. Otra medicina para poder hacer frente a nuestros temores, todos lo hemos experimentado desde pequeños, es el sabernos amados, acogidos, aceptados, en “eso” que estamos viviendo. El sabernos abrazados en nuestra fragilidad, vulnerabilidad, miseria… nos hace sentirnos queridos, comprendidos, seguros y acompañados y el camino se allana.
Jesús fue varias veces a buscar a sus discípulos… necesitaba experimentar su cercanía, su amor… pero no encontró el amor que buscaba en aquellos con los que tanto había compartido. Seguro que nosotros no lo tenemos tan difícil como Él y encontramos a más de uno que sepa escucharnos, que tenga brazos capaces de acoger todas nuestras imperfecciones y miserias, y esté siempre disponible para secar alguna que otra lágrima

* El darnos… solo por amor. Gratuidad… Entrega… La vida no es un valor absoluto, estamos de paso. Nos puede ayudar a trascender el miedo el entregar la vida. “Lo que Tú quieras Señor”. Esto también le ayudó a Jesús en aquella noche de densa oscuridad en la que parecía que todo había sido en balde.

3 comentarios:

  1. ¿Quien no ha pasado miedo?
    Hermosa reflexión que me ayuda a superar mis miedos.Lo comparo con esta frase: Hay FE cuando todo va bien, y la verdad que la FE se tiene en la tribulación.Lo que más me llama la atención es "Desgraciadamente no todos estamos preparados para acoger y abrazar las emociones de los otros" Yo creo que se puede cuando prevalece el amor de Dios. ¡Ánimo Gloria! Cada reflexión suma algo bueno para mi vida.

    ResponderEliminar
  2. Muy buena reflexión, cierto lo importante de compartir hasta las emociones. Un buen ejercicio de humildad.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias. Gloria, me identifiqué mucho con esta reflexión.

    ResponderEliminar