"Se acercó y, tomándola de la mano, la
levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles." Marcos 1, 31
A veces los cristianos empezamos la casa por el
tejado. Nos ponemos a servir y nos comprometemos sin que se haya producido un
encuentro con el Señor, sin que antes hayamos experimentado su amor
incondicional
No es lo mismo saber de Dios o creer en Él que
conocerle y experimentar su Presencia y amor. De la misma forma que un plato de
comida no me quitará el hambre por mucho que piense en él y crea que así será,
sino en la medida que me dé la oportunidad de degustarlo.
La base, el cimiento de nuestra fe es el encuentro con
quien nos ha creado y nos ama. Si descuidamos ese encuentro se enfriará nuestra
fe o acabaremos siendo funcionarios trabajando en las iglesias y respondiendo a
un Dios que poco o nada tiene que ver con el que Jesús quiso mostrarnos con su
vida y palabras
El encuentro con Jesús, experimentarse amado… es
sanador y liberador. Ese encuentro puede sanar dolencias físicas pero también
emocionales y espirituales. ¿Cuánto odio, rencor, deseo de venganza,
sentimientos de culpa…hay en muchos corazones?
La sanación y liberación integral de la persona llena
de paz y de amor. Es el encuentro, la experiencia de ser amado y la sanación
posterior la que empuja a la acción, al servicio, a amar todo y a todos
Si nos seguimos enfocando en la ascética (en el hacer,
en el esfuerzo que hacemos, en los sacrificios…) y no tomamos conciencia de la
importancia de la mística y la integramos en nuestra vida… acabaremos cansados,
frustrados, decepcionados, y seguramente tarde o temprano tiraremos la toalla
Jesús nos enseña el camino. El encuentro de Jesús con
la suegra de Pedro es un claro ejemplo pero también el encuentro de Jesús con
sus discípulos. Los discípulos caminaban con Jesús, colaboraban con él, comían
y oraban con Él… pero el encuentro profundo e íntimo con todos ellos no se
produjo hasta la resurrección. Este encuentro fue sanador porque se sintieron
amados y perdonados, y les liberó de sus
miedos y temores lanzándolos a la misión
Pongamos todos los medios a nuestro alcance para
encontrarnos con quien nos espera en todo momento. Busquémosle en el silencio,
en su Palabra… todos los días… sin desfallecer. Es lo único que tenemos que
hacer… lo que suceda en ese encuentro y posteriormente ya no lo podemos controlar. Que
sea lo que Él quiera.
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