Asumió la condición humana en Jesús y por eso podemos
sentirnos acompañados y comprendidos en nuestro camino de luces y sombras, de
altos y bajos, de días soleados y grises.
Asumió la condición humana y como tal: trabajó, pensó, tuvo
emociones y sentimientos, y amó. Esto hace posible que podamos vivir
enteramente unidos a Él:
- En la tristeza y la impotencia ante situaciones sobre las que no podemos hacer algo
- En el dolor por la pérdida de seres queridos
- En la enfermedad, en nuestras aflicciones y dificultades
- En la frustración y la cólera ante la injusticia, y en la lucha por acabar con ella
- En la alegría del reencuentro, de la celebración, de los dones y el tiempo compartido con otros
- En la incomprensión
- En el ser objeto de burlas, críticas, humillaciones…
Podemos vivirnos enteramente unidos a Él:
- Cuando somos tentados
- Cuando compartimos lo que somos y tenemos, y nos abrimos a lo que los otros nos quiere regalar
- Cuando nos acogemos y aceptamos íntegramente y somos compasivos y misericordiosos con los demás
- Cuando respetamos el ritmo de los otros, su proceso de crecimiento, su forma de ser, sus opiniones, sus creencias…
- Cuando vemos en todo/s la bondad, el amor que todo lo envuelve y lo llena
- Cuando experimentamos la fragilidad humana, la limitación, nuestra dependencia de Dios
- Cuando nos sentimos en camino, peregrinos
- Cuando nos relacionamos con el Padre por medio de la oración.
Asumió la condición humana porque quiso hacerse semejante a nosotros, quiso acercarse para que nos sintiéramos acompañados, comprendidos, consolados, fortalecidos… viviendo como uno más y experimentando la fragilidad, la impotencia y limitación
Podemos vivir enteramente unidos a Él en todo lo que
realicemos, en todo lo que sintamos… en nuestras relaciones y en la soledad… en
el trabajo y en el tiempo de ocio… en la alegría pero también en la tristeza.
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