Si hoy Jesús te dijera que cambies
tus caminos ¿Cuál sería tu reacción? Tal vez tengas muy claro que es lo que hay
que cambiar, o quizás te creas tan “buena persona” que consideres todo está
“cheque” en tu vida, o a lo mejor tan cumplidor de las normas y preceptos que
sientas que ya es suficiente, o incluso muy comprometido en lo social y que
haces más que otros…
A veces no se trata de cambiar lo
externo: lo que se ve, lo que los otros pueden ver, lo que da resultados o
frutos. Al joven rico se le pidió un cambio interno pues estaba muy apegado.
Vamos hoy a hacer una revisión hacia adentro para ver si hay algo que podemos cambiar:
- Cambia tu forma de hacer las cosas. ¿Te has planteado por qué haces lo que haces? ¿Por quién? ¿Para qué? ¿Estás presente y consciente a la hora de hacer? ¿Lo que haces lo disfrutas, lo vives o andas siempre a la carrera?
- Cambia tus actitudes. ¿Hay alguna actitud por ahí que te está dañando o está perjudicando a otros?
- Cambia tu forma de relacionarte contigo. ¿Te tratas con amor y respeto o con dureza? ¿Te aceptas integralmente o hay aspectos de tu dimensión física, de tu historia pasada, de tu forma de ser… con lo que no has hecho todavía las paces? ¿Eres capaz de poner límites? ¿Sabes equilibrar trabajo y descanso?
- Cambia tu forma de relacionarte con los otros y las cosas, porque al igual que tú, también han sido creados por el Amor y por amor y están envueltos y habitados por ese amor
¿Cuántas veces has querido que tu
hijo, tu hermana, tu amigo, tu vecina, tu jefe… cambien? El problema es cuando
creemos que los otros tienen que cambiar. Vemos la mota de polvo en el ojo
ajeno pero la viga de nuestro ojo no nos permite ver nuestra realidad. Cambiemos
nuestra vida y sin esfuerzo y con suavidad todo se ordenará y se colocará en su
lugar
No hay comentarios:
Publicar un comentario